Pasamos al frontera en busca de un palacio abandonado, descubrimiento que encontré gracias a mi hermano David. Este se encontraba engullido por la maleza.
Polvo y maleza
Aquel palacio portugués nos incitaba a desenterrar su pasado. Su fachada, llena de enredaderas y cristales rotos nos gritaba a la distancia, pero un candado nos impedía el acceso. Sólo quedaba la opción de rodear el palacio por su jardín trasero, repleto de zarzas y maleza. Después de cortar plantas y magullarnos llegamos a una ventana abierta que aparentemente comunicaría con el edificio.
Al entrar un olor a humedad nos impregnó, aquella cocina no parecía muy ostentosa, pero pronto nuestra opinión cambió. Una sucesión de pasillos y salones se mostraban ante nosotros, añejos y decadentes esperaban nuestras fotografías.
A medida que avanzábamos íbamos descubriendo más y más lujo antiguo, propio del Siglo XIX.
Un increíble salón de baile nos abría las puertas a su pasado, pudiendo imaginar grandes fiestas con fondo en piano y hermosos trajes de época.
Continuamos explorando sus recovecos y llegamos a un bonito comedor, donde tampoco era difícil imaginarse un gran banquete o un buen plato de marisco encima de su mesa.
Únicamente nos quedaba explorar sus dormitorios, que, aunque más pequeños y modestos, guardaban esa esencia y esa pasividad ante el paso de los años.
Finalmente sólo faltaba salir de aquel hermoso palacio portugués y aguardar por que en un futuro, esperábamos cercano, alguien le diese una segunda oportunidad.
Los bailes inconclusos
Tristemente nada de lo que augurábamos ocurrió, algún tiempo después este recóndito palacio abandonado ardía completamente. Esto fue debido a los incendios forestales que arrasaron Portugal en 2017.
Esta es la primera entrada de una trilogía de reportajes pertenecientes a palacios que hoy en día han desaparecido. Aquellos palacios en los que sus bailes se vieron interrumpidos marcando un punto y final a su historia.
Alberto Galvache
Nací en Salamanca, en 1997. Mi infancia la pasé entre ruinas y lugares abandonados, hasta que una cámara compacta me abrió el mundo a la fotografía. Fue entonces cuando comencé la búsqueda insaciable de abandonos, búsqueda que a día de hoy mantengo.
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