La casa-bodega del Torero

Dicen que muchas de las mejores cosas en esta vida se encuentran por casualidad, de pura suerte y en esta ocasión no iba a ser de otra forma. Creo que todos los exploradores sabemos un poco de qué hablo. 

Empiezas el camino a casa cansado después de explorar un lugar en el que ya habías estado, muy contento por el resultado. Son sólo dos horas en coche.  

Cuando llevas menos de veinte minutos, a un lado de la carretera tu mirada se dirige por defecto a un tejado hundido. Tienes el ojo algo entrenado para buscar ciertas texturas y ves una ventana rota, otra que está invadida por la vegetación. Tu mirada, ajena al cansancio ya está buscando un camino que salga de la carretera para poder dejar el coche mientras piensas que te queda poco más de una hora de luz. Es lo que tiene que anoche se cambiase la hora.  

¿Cómo podemos entrar?

Estamos ante una enorme casa de campo de dos plantas, en la superior hay una ventana abierta por la que alguien ha subido poniendo una rueda para llegar a una cornisa que hay debajo, una especie de alfombra roja pero en vertical.

Cama deshecha, foto de Kostri


La parte superior de la casa es la que peor conservada está pues el tejado ha ido cediendo y ha colapsado por varios puntos, pero nos deja un par de habitaciones y un trastero. Conserva todavía el mobiliario en bastante buen estado; camas, colchones, armarios y el primer baúl. Quien haya estado aquí antes se ha portado bien y no ha expoliado nada a primera vista, diría que todavía parece acogedora. 

Calendario pasado, foto de Kostri

Bajando unas escaleras nos vamos a encontrar una enorme bodega llena de toneles de madera, garrafas y recipientes. Se hace muy fuerte el olor a vino pasado, a bomba de vinagre. Llaman la atención varios carteles antiguos de corridas de toros y muchos cajones de botellas de vino y de agua. 

Bodega, foto de Kostri

Nos sorprende el perfecto estado en el que está todo, a pesar de estar bajo esa pátina de polvo que nos recuerda que hace mucho tiempo que nadie pasa por aquí, no vemos ni una pintada ni una botella rota. 

Carteles taurínos, foto de Kostri

Pasamos una cocina en la que mil detalles nos hacen pensar en las personas que vivían aquí; más botellas, botes de conservas y los cajones llenos de cubiertos y enseres de cocina junto a todo tipo de objetos cotidianos.

Los recuerdos en forma de objetos estaban por todas partes, foto de Kostri

Otro detalle, más fotos de toreros, incluso hay alguna firmada, es un torero conocido, su nombre estaba en los carteles de la bodega. Alguien aquí debía de admirarlo mucho pues no iba a ser la última foto de tal torero que veríamos colgando por la casa.

En una habitación vemos un calendario de 1993 colgado de la pared, en otra uno de de 1981. El peso del tiempo se nota en cada habitación. 

Cocina, foto de Kostri

Los dormitorios que nos quedaban por visitar eran cápsulas del tiempo; camas todavía hechas bajo una gruesa capa de polvo, Algo de humedad en las paredes y vegetación del exterior que empieza a buscar su refugio dentro de la casa.

Preciosos baúles, foto de Kostri

El estado de la casa en general era soberbio, pero enormemente triste. Alguien había sido muy feliz en esta casa tan llena de recuerdos como; juguetes, imágenes religiosas, varios arcones preciosos llenos de ropa, discos de pizarra, libros y, por supuesto, más fotos del torero. La casualidad nos había dado una exploración que nos había llevado mas de veinte años atrás, suerte, debe ser cierto lo que dicen de ella.

Y la tarde acababa de echarse encima. Es lo que tiene que anoche se cambiase la hora. 

Última habitación, foto de Kostri

Aficionado a la fotografía y explorador cuando me dejan.

Deja un comentario