Ese lugar que pasas una vez y otra y otra, ves la gente trabajando pero no sabes que hacen allí dentro, a que se dedican, pero te llama mucho la atención el cartel de la entrada que dice: Ministerio de Agricultura de la Comunidad Valenciana, parece un centro de investigación. De repente, un día pasas y está cerrado, ¿vacaciones? Pero tu alarma de explorador se acaba de encender, ¿tendremos un nuevo abandono?
Lo vas observando día a día, la hierba crece incluso donde no debería haber crecido, la suciedad se acumula en ventanas y puertas y un día algo llama tu atención al pasar por la entrada, han reventado la puerta de cristal y piensas ¨cabrones ya lo han saqueado¨, pero también piensas ¨gracias por abrir las puertas a mi curiosidad¨. Así que buscas el momento para entrar lo antes posible, antes de que lo destrocen, antes de las pintadas, de los grafitis…. ¡A la mierda esta tarde me meto!
El edificio principal
Una vez dentro lo primero que llama mi atención es la enorme claraboya del centro del edificio y la escalera de barandilla acristalada con el asidero de madera. En la entada estaba la garita del vigilante, con sus monitores para las cámaras.
Todas las puertas llevaban a despachos, salas de reuniones y los servicios, estos intactos, ni un espejo roto, estaba hasta el papel del wáter en su sitio. En los despachos quedaban mesas, sillas y algún archivador lleno de documentos.
Seguí abriendo puertas hasta que tuve la primera sorpresa, era una pequeña biblioteca con dos vitrinas acristaladas de madera de roble, en el centro una mesa completamente llena de revistas en todos los idiomas. Impresionaba ver todo amontonado, las vitrinas abiertas de par en par rebosantes de libros.
Cuando me dirigía al sótano encontré una doble puerta y al abrirla ¡BOOOM! Una sala de conferencias con todas las butacas perfectas, su moqueta intacta y un pequeño escenario para las charlas.
Al lado del escenario había un pequeño almacén y lo que allí encontré aún me pone los pelos de punta, cajas de metal que contenían rollos de imágenes, tal vez de ganadería y agricultura. Posiblemente las únicas películas en ese formato que vería en mi vida, reales, no las de decoración del Foster Hollywood.
Una vez en el sótano encontré un montón de mobiliario, sillas, mesas, etc. Allí abajo habían montadas una especie de pequeñas aulas a las que seguramente pertenecían todo ese mobiliario amontonado.
El laboratorio
Al salir del edificio principal, encontré una segunda edificación más pequeña y aparcado justo delante un coche abandonado.
El nuevo edificio estaba dividido en dos zonas, una a modo de taller, con piezas de motores, alguna moto vieja y mucho aceite en el suelo, y otra zona con lo que parecia un pequeño laboratorio.
En este laboratorio encontré impresoras, ordenadores y al fondo unas vitrinas enormes llenas de muestras de nueces, almendras… abrí la cristalera para coger alguna de las muestras y se escucho un pop como cuando abres un bote.
A la izquierda había una habitación con interminables estanterías repletas de ficheros documentando el trabajo de años de investigación en el campo de la ganadería y la agricultura del país. Miles o millones de ensayos o pruebas con plantas archivados, llenos de polvo, telarañas y yo era el primero en entrar.
Todo esto gracias a este sexto sentido que tenemos los aficionados al urbex, ¿por qué no llamarlo el Ministerio del Urbex?
Dani Alemany
Valenciano de los de cañas y barro, aprendiz de todo y experto en nada, uniendo urbex y fotografía.
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